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¿Por qué no nos olemos a nosotros mismos?

Porque, sin darnos cuenta, llevamos este olor permanentemente desde nuestro nacimiento. Sin embargo, cuando se expone a un olor particular durante un período determinado, nuestro sistema olfativo se vuelve incapaz de percibirlo. Y esto, “gracias al proceso de adaptación al sentido del olfato, que es un fenómeno vital”, identifica Anne-Marie Molly, neurocientífica del Centro de Investigación de Neurociencias de Lyon.

Antes de entrar en detalles, recuerda que los olores son causados ​​por partículas de olor volátiles. Cuando lo inhalamos, estas sustancias ingresan a nuestra nariz y estimulan los 10 millones de receptores olfativos (neuronas especializadas en el sentido del olfato) ubicados en la mucosa nasal. El mensaje del nervio naciente se transmite luego al nivel de estas neuronas, a través del nervio olfativo, al cerebro. El cual analiza el mensaje del olfato y finalmente permite la percepción del olfato.

La rutina pone los sentimientos a dormir

Cuando el olfato estimula constantemente los receptores olfativos -como ocurre con el olor corporal, pero también con el olor de nuestra casa o el perfume que llevamos puesto desde la mañana-, nuestro sistema olfativo se adaptará: «Nuestros receptores de sensibilidad olfativa irán disminuyendo con el tiempo». Esta adaptación conduce de alguna manera a desactivar los receptores olfativos estimulados por el olor en cuestión, a través de mecanismos moleculares que aún no se conocen bien. El resultado: ya no puedes oler», dice Anne-Marie Molly.

¿En el momento en que ya no olemos un aroma? Todo depende de su intensidad (cuanto más intenso es el olor, más tiempo podemos olerlo) y, lo que es más sorprendente, de nuestras motivaciones con respecto a ese aroma.

la somnolencia nos mantiene despiertos

“Por ejemplo, olemos olores deliciosos por más tiempo cuando tenemos hambre”, explica el investigador. Sin embargo, este fenómeno puede ser muy rápido, solo unas pocas decenas de segundos para ciertos olores.

El proceso de adaptación al sentido del olfato, que está presente en todos los animales, es vital: al bloquear los olores habituales de nuestro entorno, nos permite detectar rápidamente cualquier ligero cambio de olor a nuestro alrededor, incluidos los olores peligrosos, como los gases. o alimentos quemados o en mal estado.

Este tipo de adaptación también existe para los otros sentidos, particularmente el oído. Esta es la razón por la que las personas que viven cerca de una calle muy transitada ya no pueden oír el ruido del tráfico.

Según Cieloesazul.com No. 1185

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